Tuesday, November 06, 2007

Florencio Sánchez y su Canillita.

El apelativo a los repartidores de diarios nació en Rosario, Argentina,
como título de una obra teatral de este autor estrenada en 1902.

Florencio Sánchez, nació en Montevideo en 1875 y desde su infancia, por diferentes circunstancias, vivió en varios pueblos y ciudades. En la juventud y temprana adultez, su vida continuó con la característica de tener un breve tiempo de residencia en los distintos lugares en que se instalaba. Además, los años en los que las personas se asientan en forma generalmente definitiva, no llegó a vivirlos. Murió a los treinta y cinco años en Milán, Italia, un 7 de noviembre de 1910.

Pocos años antes de morir, había hecho su aporte a la esencia del teatro nacional moderno con el realismo de sus costumbres. Su vida en nuestra ciudad transcurrió en dos momentos que no sumaron más de un par de años, pero suficientes para dejar su impronta de periodista, dramaturgo, posición política y protesta. Además, bautizó con un nombre, que pasó a ser fraternal para la gran familia de trabajadores en la común tarea de repartir y vender los diarios: Canillita.

Florencio Sánchez llegó por primera vez a Rosario en 1898, según se comenta, con lo puesto, para trabajar como secretario de redacción en el diario “La República” que por entonces dirigía el Dr. Lisandro de la Torre. Vino recomendado por un amigo del que sería el fiscal de la república, que conocía a Sánchez y lo tenía por valiente periodista. Florencio lo era y lo demostrará en Rosario, ciudad también portuaria, que se iba poblando de inmigrantes y le brindaba mucho de lo que su vida pretendía. Aprovechó, los cafés del día y cafetines de la noche para encontrar con quien hablar de anarquismo.

Pero tanto los cafetines de la noche como el anarquismo acarreaban problemas que no le preocupaban a Sánchez, pero no quiso comprometer a terceros y se vio en la necesidad de enviar la renuncia a Lisandro de la Torre. Éste, según cita el biógrafo de Sánchez, Julio Imbert, comentó a un amigo la causa de la renuncia de su redactor de “sueltos”, a quien había tomado aprecio. En la misiva decía “era un bohemio incapaz de someterse a ninguna disciplina de trabajo” pero destacaba la calidad de sus artículos.

Partió para Buenos Aires donde trabajará en varios diarios. Cruzará a Montevideo y reaparecerá en Rosario por 1902 para trabajar nuevamente en “La República”, que ya no pertenecía a De la Torre. Su amistad con un periodista italiano que enviaba artículos a su tierra natal, no muy favorables para la Argentina en el conflicto de esa época con Chile, más su consabida participación en los embriones de sindicatos gestados en la Casa del Pueblo, por entonces ámbito anarquista, lo pusieron en la mira de sospecha y alguna vez acompañó al calabozo a los participantes de asambleas allanada por la policía.

El nuevo propietario de “La República” mantenía una fuerte polémica con el oficialismo del momento y tenía en Sánchez al hombre combativo que necesitaba, por lo que lo llevó a la dirección del diario, pero no lo conocía totalmente. Lo conoció cuando su personal se declaró en huelga por negación de aumento de sueldos y encontró a su director apoyando a los huelguistas. Así terminó Florencio Sánchez su múltiple actuación en el diario “La República” del que fue cronista, director y huelguista.

Pero Sánchez aparte de periodista también era dramaturgo, aún cuando esa virtud no le había sido descubierta plenamente. Y, mientras, como algún autor señala, que el café con leche salvaba la situación hasta el lanzamiento de “La Época”, nuevo diario que tuvo corta duración, escribió un sainete de costumbres rosarinas que tituló “La gente honesta” y firmó con el seudónimo de Luciano Stein. La obra la tomó Enrique Gil, director de una compañía para representarla en el “Nuevo Politeama” a partir del 26 de junio de 1902.

Pero trascendieron versiones del sainete con representación, no muy gratificante, de gente destacada de la sociedad, que creó preocupaciones que tuvieron su efecto. La policía clausuró el teatro dos horas antes del estreno de “La gente honesta”. con mucho público en el hall comprando la edición especial de la “La Época” con el texto completo del sainete porque también se había filtrado la orden de clausura. La censura intentaba justificarse señalando que era para evitar que, con su lenguaje, se ofendiesen las buenas costumbres y el decoro con alusiones personales.

Entre los que protestaban en el hall del teatro estaba el mismo Sánchez, que con parte del público frustrado, salieron a gritar su descontento por las calles. La policía produjo detenciones que incluyeron a Florencio siendo liberados luego del sumario. Como comentario a la obra debe señalarse que lo más crítico era un desvío que algunos caballeros hacían en el camino a la confitería instalada en la “montañita”, la elevación del Parque Independencia, construida con la tierra extraída para el lecho del lago.

El conocimiento del contenido del sainete había asegurado buena taquilla para la obra y la prohibición, como siempre ocurre, hizo popular a Sánchez. Todo esto lo motivó para intentar ocupar un nuevo escenario. Hurgó en su mente y sus papeles y entre estos últimos apareció “Ladrones” una de sus primeras obras cortas que había escrito para los artistas del Centro Internacional de Estudios Sociales de Montevideo de orientación anarquista. La mejoró artísticamente, la adecuó al ámbito rosarino y agregó un personaje tomado de la vida real, uno de los vendedores de diarios, casi un niño, flacucho de largas piernas que él llamaba Canillita.

“Canillita” se estrenó el 1ro. de octubre de 1902 en el teatro “La Comedia” por la compañía española de zarzuelas de Enrique Lloret. El papel de Canillita lo protagonizó una mujer, Julia Iñiguez, llamada la tiple Iñiguez, por su característica de poseer la más aguda del tipo de voces humanas (propio de las mujeres). La música de fondo estuvo a cargo de un compatriota de Sánchez, Cayetano Silva, que años después compondría la “Marcha de San Lorenzo”. “Canillita” fue un éxito. A pesar de cierta aprensión de “La Capital” por el autor, a quien no había mencionado en oportunidad de “La gente honesta” elogia la obra y a la compañía. Además, menciona la autoría de Florencio Sánchez a pesar de ser presentada con el seudónimo de Luciano Stein.

El término canillita quedó incorporado al lenguaje cotidiano de Rosario, extendiéndose a Buenos Aires, al país y a otros de América, y a la lengua española como argentinismo en los diccionarios. Al poco tiempo del estreno, Sánchez abandona Rosario para siempre. Sin embargo, pudo no ser no una ciudad de paso, porque en una de las muchas cartas de amor que enviaba a la entonces novia Catalina, a la que llamaba Catita y fue su esposa, se lee “He visto una casita en el bulevar, monísima, con un jardín de lo más pintoresco. Allí vamos a hacer nuestro nido” Puede descontarse que el bulevar sería el Santafesino, actualmente Oroño.

En Buenos Aires su carrera será casi meteórica, con éxitos años tras años, siendo el primero de ellos en 1903 con “M’hijo el dotor”. En 1904 y 1905 seguirán “La Gringa” y “Barranca abajo” como las piezas más destacadas entre otras que llegan a una veintena de obras escritas en un período de ocho años. Como recuerdo de Rosario presentará “Canillita” y “La gente honesta” pero esta última con nuevo título “Los curdas” transformando el parque Independencia en Palermo y personajes rosarinos por porteños.

En 1907; 1908 y 1909 estrenará tres obras en Montevideo y después partirá a Europa con una representación cultural de la República del Uruguay. Se descuenta que cuando partió ya estaba enfermo. En Italia, su salud se agravó, padecía de tuberculosis diagnosticada por el Dr. Pompeo Saibene, médico rosarino que, con Santiago Devic, fueron las dos personas que estuvieron en Milán junto a su lecho a la hora de su muerte.

A modo de epílogo reproducimos unos renglones alternados de los versos que le dedicó su amigo Evaristo Carriego: “... Ingrato... ¿Te parece poco / que jamás volvamos a encontrar tus huellas? // ... ¡Irte a las estrellas! ¡Adiós, Canillita!

Ernesto Del Gesso